miércoles, 24 de noviembre de 2010

Champions : Ajax 0 - 4 Real Madrid

El magnífico partido del Real Madrid en Amsterdam sólo dejaría buenas sensaciones si no fuera por la trapacería del final. Y por ella empezaremos (nosotros y el mundo, me temo) cuando lo lógico hubiera sido arrancar con el elogio de todo lo anterior. El caso es que en los últimos cuatro minutos de un brillantísimo encuentro, personal y colectivo, Xabi Alonso y Sergio Ramos provocaron su autoexpulsión de un modo tan evidente, tan pueril y tan similar que nos descubrió la maquinación de Mourinho, única mente capaz de tramar algo así y mantener la impostura horas después.
Mientras escribo todavía escucho al entrenador negar el plan y criticar al árbitro por tener el gatillo fácil. Su discurso es la continuación de la fingida indignación que le causaron las expulsiones, lanzamiento de botella incluido. Como interpretación, impecable. Como rentabilidad, también. Xabi y Ramos (peores actores) se libran de la amenaza de una nueva amarilla que les podría dejar fuera del primer partido de octavos. Como imagen, si esto le importa a alguien, penosa.
Pero rescatemos el fútbol. Hagamos el ejercicio de juzgar al equipo sin mirar al banquillo. Lo que se observa entonces es formidable: compromiso, energía, velocidad. Lo que sueña todo entrenador: once cuerpos comportándose como uno solo y Cristiano como cuerpo de referencia. Nos encontramos ante un Madrid tan grande que ya se le quedan pequeños los adjetivos y se le acomoda mejor La Canción del Pirata (dicho sea sin señalar), con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela.
No es broma ganar por 0-4 al Ajax en su estadio. Y el mérito no se atenúa por la menor versión del rival, lejos de sus mejores tiempos. Campos así sirven para marcar el territorio y para mostrarse al planeta, para ganar fieles, especialmente entre los que se retiraron a sus aposentos antes del minuto 86.
Lo conseguido, además, tiene el valor de haber sumado al once titular y fantástico a jugadores como Benzema, Lass, Albiol o Arbeloa .

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